Hablar de lo que sentimos no siempre es sencillo. A veces, las palabras no salen, se atragantan o ni siquiera sabemos cómo empezar. En este artículo te acompaño a explorar el porqué y qué puedes hacer para avanzar.
- No nos enseñaron a hacerlo
Desde pequeños, muchas veces escuchamos frases como “no llores”, “no es para tanto” o “cambia de tema”. Aprendimos que mostrar emociones podía ser incómodo para otros, así que empezamos a guardarlas. Pero eso no significa que no estén ahí. Solo están esperando un lugar seguro para salir. - Miedo a lo que puedan pensar
Abrirse emocionalmente implica mostrarnos vulnerables, y eso asusta. “¿Y si no me entienden?”, “¿Y si me juzgan?”, “¿Y si pierdo el control?”. Estos pensamientos son normales, pero no siempre reales. Hablar de lo que sentimos no es una debilidad, es una fortaleza. - A veces, ni tú sabes qué sientes
Hay momentos en los que las emociones se mezclan o no tienen nombre claro. Sentimos un nudo en el estómago, o una presión en el pecho, pero no sabemos traducirlo. La terapia ayuda precisamente a poner orden, a identificar y a darle forma a lo que aún es confuso.
Si te cuesta decir lo que sientes, no estás solo/a. Es un aprendizaje, y se puede trabajar. La buena noticia es que no necesitas tenerlo todo claro para empezar. Basta con querer intentarlo. Estoy aquí para acompañarte en ese camino.